Moisés y la senda que conduce a ser hijo

Introducción

Moisés destaca como uno de los personajes más preeminentes del Antiguo Testamento. Por supuesto existieron otros hombres de gran importancia antes y después de él, pero por más de mil años, las palabras registradas al final de Deuteronomio apuntaban hacia una verdad irrefutable, 'Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara...' (Deut 34:10). Esto permaneció como tal hasta que se cumplió su popia profesía 'Profeta en medio de tí, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis' (Deut 18:15).

¿Cuál era el secreto de la grandeza de Moisés? La respuesta es su semejanza a Jesús. Nadie en el Antiguo Testamento se semejaba tan a Jesús como Moisés.

El mundo quiere a personas como Moisés y Jesús. No carece de políticos, líderes religiosos o científicos, que abundan, pero no pueden solucionar los problemas que existen en el mundo. El mundo quiere hijos de Dios, nada menos. Pablo expresó esta verdad en el libro de Romanos capítulo 8 versículos 18 a 23: 'Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora'. Si esto fue verdad cuando Pablo lo escribió, ¿Cuánto más ahora?

Jesús era el primogénito de Dios. Su vida era una demonstración completa de Dios. El impacto de sus tres breves años de ministerio, su muerte y resurección aún se hacen sentir hoy en día, incluso entre aquellos que apenas que han oído de él. Sin embargo, no era el propósito de Dios que él fuera un caso único. Es decir, Dios no quiso que su ejemplo fuera aislado, para jamás repetirse. Más bien, Jesús era el primero de las primicias de Dios, para que le seguieran otros como él. El era una señal que apuntaba hácia aquellos que iban a seguir. Su sacrficio como el Cordero de Dios sin pecado, era, por supuesto, único; pero su vida guiada por el poder del espíritu de Dios no era una característica exclusiva para él. La intención de Dios era que esta característica se repitiera en otros.

Moisés representa un anticipo, un preestreno de esa vida. El era más como Jesús que cualquier otro personaje en el Antiguo Testamento. Al acercarnos a la gran hora de la manifestación de los hijos de Dios, encontraremos mucho en la vida de Moisés que se asemeja y en cierta medida nos ayuda a entender nuestra propia experiencia -si estamos encaminados en la senda que conduce a ser hijos- llegaremos a ver que muchos aspectos de la vida de Moisés se asemejan a experiencias en nuestra experiencia y por lo tanto nos ayuda a comprenderlas mejor.

Para este artículo he seleccionado eventos y caracteríticas de la vida de Moisés, para comparar cada uno con ocurencias similares o contrastantes en la vida de Jesús. Mi objetivo es que a través de esto lleguemos a un entendimiento más profundo de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas, mientras que nos encaminemos en el mismo trayecto.

El nacimiento de Moisés

En la Biblia se registran varios nacimientos peculiares. Tanto el nacimiento de Isaac, Sansón y Juan el Bautista fueron anunciados por ángeles. Moisés era como Jesús en otra manera. Lo que une sus nacimientos a pesar de los mil-quinientos años que les separa, son los eventos trágicos que rodearon ambos nacimientos. En ambos casos un monarca maligno decretó la destrucción en masa de miles de niños para proteger su trono. Faraón ordenó que se matasen a todos los niños hebreos. El rey Herodes dictaminó que se matasen a los niños menores de dos años.

En el libro de Apocalipsis capítulo 12 versículo 4, se describe un acontecimiento similar. El dragón rojo se aproxima a la mujer que está con dolores de parto, preprándose para devorar a su hijo. En la historia de Israel encontramos dos acontecimientos paralelos. Tan sólo unos días después del nacimiento de la nación en las aguas del Mar Rojo, se enfrentatron a las tropas de Amalek que les hubieran destruído si no hubiera habido una intervención divina. Tres milenios y medio más tarde los ejércitos árabes atacaron el nuevo estado de Israel, pero pudo sobrevivir de forma milagrosa.

Todos estos cinco nacimientos: el nacimiento de Moisés, el nacimiento de Jesús, el nacimiento del hijo varón en Apocalipsis, el nacimiento y 'renacimiento' (por así llamarlo) de Israel; nos enseñan la misma lección. Una de las cosas que satanás siempre opone es el nacimiento, especialmente el nacimiento de un varón. Siempre hace sentir su rabia y odio, pero Dios siempre interviene para salvar al hijo varón.

¿Quién es este hijo varón? Moisés era su precursor. Jesús es su cabeza. Los hijos de Dios que ahora están naciendo, pero que aún no ha sido manifestados, quienes son llamados a compartir el trono con Jesús y reinar sobre las naciones con autoridad suprema; éstos constituyen el cuerpo del hijo varón.

¿Y qué de las hijas de Dios? ¿El hijo varón incluye también a las mujeres? De igual modo podríamos preguntar si la iglesia, la esposa de Cristo incluye también a varones. También podríamos preguntar si 'Babilonia la gran ramera y madre de las rameras' incluye también a hombres. Mi respuesta a todas estas preguntas es, porsupuesto, afirmativa. El varón en las escrituras simboliza al espíritu y la hembra simboliza a la carne. Los que caminan en el espíritu, sean hombres o mujeres, son varones espirituales. Los que caminan y viven en la carne, son hembras espirituales. ¡Es este tipo de mujeres (es decir, en el sentido espiritual, no en el físico) que deberían de cubrirse y mantener silencio en la iglesia! Por lo tanto, los hijos de Dios son aquellos que son espiritualmente varones sea cual sea su sexo en lo natural.

El adversario se opone al nacimiento de estos hijos, pero su sobrevivencia está asegurada, ya que todo lo que nace de Dios vence al mundo.

La princesa llevó al bebé Moisés al palacio en Egipto y su futuro parecía bueno. Tal como sucedió en los días de José, hubo otra vez un Hebreo en el palacio egipcio. ¿Vendría a ser Moisés un salvador similar para su pueblo?

Su Nombre

Ahora pasaremos a considerar el significado del nombre de Moisés. La princesa le llamó Moisés (Moshe), diciendo 'Porque de las aguas le saqué' (Exod 2:10). La palabra moshe significa uno que saca. Esto nos muestra dos cosas. En primer lugar, que él fue sacado de las agua de Egipto. Esas agua representan las cosas terrenales y carnales. Moisés fue sacado por Dios de lo terrenal para el reino espiritual. Entonces Moisés vino a ser alguien que podía sacar a otros. Esto se ve claramente cuando, a pesar de la gran oposición que tuvo que enfrentar, sacó a los israelitas de Egipto.

En este sentido Moisés se asemeja en algunos aspectos a él que le iba a suceder muchos años después: Jesús. Pero también se diferencia en otros aspectos. Jesús procedía de lo alto. Moisés, como nosotros, procedía de lo terrenal, de abajo. Tenemos que ser sacados de las aguas de la carne. Este no fue el caso con Jesús, él procedía de lo alto para sacar a los que pertenecían al ámbito terenal.

El hijo varón, de quien ya hemos hablado, también ha de ser elevado hacia Dios y su trono.

Humillación

Mientras que Moisés vivía una vida de lujo en el palacio, el pueblo de Dios sufría pobreza y aflicción, mientras trabajaba forzosamente para sus amos egipcios. Cuando llegó a los cuarenta años de edad, su corazón se conmovió, y se planteó si podía hacer algo para aliviar la situación terrible en el que se encontraba el pueblo. Quizás recordó a José, el gran heroe nacional que había salido de la cárcel para salvar a su pueblo de la infamia y a todo Egipto también. Con su educación, la posición de influencia que ocupaba en el palacio, Moisés realmente se encontraba en una posición mucho mejor que la de José para poder ayudarles.

Pero la hora de Dios no había llegado. José, como Jesús, tenía treinta años cuando comenzó su ministerio en las cortes de Faraón. Moisés, aunque tenía diez años más, aún no estaba preparado. Sus intentos de ayudar a su pueblo fracasaron completamente. Desde su posición en el palacio no podía hacer nada. Tenía que aprender de donde provenía la verdadera autoridad.

Moisés, durante ésta época, poseía dos tipos de autioridad: la autoridad debido a su posición, y la que procedía de su educación. El era un príncipe, y se educó 'en la sabiduría de los egipcios'. Muchas personas hoy en día quieren servir a Dios desde una posición de autoridad humana. ¿Qué podría ser mejor que una posición de influencia en la sociedad y una buena educación y un conocimiento profundo de las escrituras para proclamar la palabra de Dios? La gente simpre escuchará a alguien que tenga nombre y posición.

Pero la verdadera autoridad de los hijos de Dios es completamente diferente. Jesús no ocupaba una posicón de jerarquía religiosa en su día, pero habló con una autoridad que era reconocido por todos. Era la autoridad del Espíritu Santo que posaba en él. Su autoridad no era humana, era divina.

Moisés tuvo que ser despojado de la autoridad humana y encamirase como Jesús en el camino hacia la humillación.

En Filipenses 2 encontramos estas palabras tan hermosas:

'Haya pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en la forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se depojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz'.

Nuestras mentes tan limitadas no pueden captar lo que realmente significó este descenso. ¿No hubiera sido suficiente que Dios se encanara en hombre, y que viviera confinado en un cuerpo humano? Jesús fue mucho más lejos que esto. No nació en la opulencia de Roma, ni siquiera en Jerusalén, pero en el pequeño pueblo de Belén. No nació en un palacio, ni en una casa, pero en un pesebre. No vivió rodeado de un ambiente con los privilegiados del mundo del conocimiento como Atenas, pero vivió en el pueblo despreciado de Nazareth. No poseía una educación especial, ni ocupaba un puesto de trabajo de gran importancia. Pasó la mayoría de su vida adulta trabajando como carpintero, antes de que empezó a predicar de forma esporádica por un periodo tres años. Los que le seguían no eran los jóvenes doctos de Jerusalén, pero los campesinos de Galilea. En los ojos del mundo, su vida y carrera finalizó con la sentencia de un criminal. ¡Menuda trayectoria para el hijo de Dios!

Moisés, más que ningún otro personaje del Antiguo Testamento, caminó por una trayectoria similar. Dejó atrás el esplendor del palacio de Egipto para visitar a sus hermanos en su aflicción. Cuando vió como un egipcio castigaba a un hebreo, le golpeó al suelo y le mató. Muchas personas intentan de servir a Dios como eso, en el poder de la carne. Los resultados son desastrosos. Moisés tuvo que exiliarse durante mucho tiempo en la tierra de Midian. El único empleo que pudo encontrar fue el de pastor, que seguramente había aprendido a despreciar desde su niñez. Génesis 46:34 nos dice que 'Para los egipcios es abominación todo pastor de ovejas'.

Para la mayoría de nosotros la imagen del pastor es una imagen positiva. Su misma ocupación nos recuerda a Jesús mismo. Quizás, la imagen que tenemos de ellos es un tanto idealista como se nos pinta en nuetros libros cristianos que leíamos en nuestra infancia: corderos corriendo y saltando por prados soleados. Para los egipcios, y para muchos en el mundo actual, el pastor era una persona sucia, desprovista de cultura, posiblemente analfabeta y un transeúnte. Moisés se había convertido en pastor de ovejas.

En el mundo occidental realmente no existe un empleo que se considere despreciado y marginado. En la India existen barrenderos que proceden de las castas más humildes, que muchos les consideran como 'intocables'. Los Brahemines ocupan el lugar privilegiado de las castas, y hay muchas otras personas en medio. Moisés había dejado a los brahemines para unirse a los intocables.

Imagínese que el príncipe Carlos de Inglaterra se fuera a un país lejano para trabajar como basurero...¿Sería acaso una comparación equiparable?

Pero la historia no se detiene ahí. Leemos que Moisés apacentaba 'las ovejas de Jetro su suegro' (Exod 3:1). No apacentaba ni siquiera sus propias ovejas, pero las de otra persona, las del padre de su mujer. Este era el hombre que antes era el príncipe de Egipto.

Quizás fue indicio de su sufrimiento interno cuando llamó a su hijo Gersón, porque 'forastero soy en tierra ajena'. José también fue exiliado, y nombró a su hijo primogénito Manasés, que significa olvido, diciendo 'Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre'. Llamó a su segundo hijo Efraín: 'Dios me hizo fructificar en la itrra de mi aflicción' (Gen 41:51-52).

El exilio de José le llevó an una promoción que jamás habría soñado. Moisés, sin embargo, sufrió un descenso drástico (por lo menos al principio). Más adelante sería elevado a un nivel aún más alto de aquel de José, pero antes tenía que seguir el camino de aquel que le iba a seguir en el furturo, y ser Gersón -'forastero en tierra ajena'.

Esta humillación duró cuarenta años, hasta que se le había agotado toda esperanza y todo deseo para algo mejor. El trayectorio que emprendió fue doloroso, pero produjo fruto. Más adelante leemos que Moisés 'era muy manso, más que todos los hombres que había en la tierra' (Números 12:3). En su juventud Moisés no era manso. La naturaleza humana no lo es, y es posible que aquellos que habían sido criados en palacios lo eran menos todavía. Muchas veces son los pobres que son los más mansos. Dios obró en el para deshacerle de su orgullo y su confianza en sigo mismo, para producir en él la característica suprema de aquél que le iba a seguir.

Muchas personas están atraídas al poder y a los privilegios que tienen los hijos de Dios, pero no se dan cuenta que tienen que encaminarse en la senda que conduce a la humildad. Solamente reinaremos con Jesús, si compartimos primero en su sufrimiento. Esta senda no lleva a la elevación del ego, sino a la muerte de la misma: presupone que el ego ha sido crucificado con Cristo.

Un ministerio creativo

Hemos considerado la preparación de Moisés. Considerémos ahora su ministerio. Moisés era un un pionero espiritual. No construyó sobre los cimientos de otros. Nadie había llevado a cabo la obra que Dios le había mandado. Era completamente nuevo y de una magnitud enorme.

Jesús fue descrito como 'varón profeta, poderoso en obra y palabra delante de Dios y de todo el pueblo' (Lucas 24:19). Lo mismo era cierto de Moisés. Todos vieron lo que llevó a cabo en Egipto durante las plagas. Todos le vieron extender su barra para detener la plaga. El impacto que tuvo fue inmediato y todo Egipto le tenía respeto.

Sus palabras no tuvieron un efecto tan inmediato, pero tuvieron mucho más impacto a largo plazo. En primer lugar sirvieron como los fundamientos de Israel, el pueblo que dios había escojido para ser el vehículo terrenal en la que se iba a revelar. Posteriormente iban a servir como un código moral para casi la mitad del mundo hoy en en día.

Apenas podemos apreciar el impacto y la importancia que tuvo la vida y el ministerio de Moisés. Citado anteriormente en Deuteronomio, 'y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara' (Deuteronomio 34:10). Y Moisés había dicho: 'Profeta en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis' (Deuteronomio 18:15). Ninguno que vino después de él se asemejaban a él hasta que vino Jesús.

En cierta medida, todos los hombres de Dios que sucedieron a Moisés eran sus seguidores. Esto se evidencia especialmente en Elías. Elías era un gran hombre de Dios, pero esencialmente era un restaurador. Su misión era de convencer al pueblo de aceptar de nuevo la ley de Moisés. El pueblo se había vuelto en pos de otros dioses y habían roto los mandamientos que habían sido dados a través de Moisés. Elías les desafió que volvieran a YHVH su Dios. Cuando pronunció la sentencia de la muerte sobre los profetas de Baal estaba actuando bajo la ley de Moisés.

Tal era la misión de todos aquellos que sucedieron a Moisés. Los profetas, de Isaías hasta Malaquías estaban llamando al pueblo que volviese a la ley de Moisés. El libro de Malaquías termina con las palabras, Acordaos de la ley de Moisés, mi siervo...

Las cosas que dijo e hizo Jesús también eran nuevas y revolucionarias. Aquellos que fueron enviados para detenerle dijeron, Nadie jamás habló como haba este hombre. Sus palabras y sus acciones sorprendieron constantemente a sus seguidores. Nunca sabían lo que iba hacer o decir. Era totalmente creativo y original.

El no llamó a que el pueblo se volviese a la ley de Moisés. Para sus oyentes sus palabras parecían destruir los cimientos que había establecido Moisés. Sin embargo no vino a destruir sino a cumplir. Ojalá que pudiéramos volver por un momento al pasado y ser un Judío en el año 30 después de Cristo, con un entendimiento perfecto de las escrituras y una ignorancia completa de la tradición de la iglesia. ¿Qué hubieran significado sus palabras para mí? ¿Cómo hubiera yo reaccionado?

El apóstol Juan, intentando de elucubrar el efecto de su ministerio, concluye su evangelio con las siguientes palabras: Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir.

Aquellos que no conocen la guía del Espíritu Santo siempre serán imitadores. Copiarán lo que han visto a otros hacer. Solo podrán transmitir lo que han aprendido de los hombres. Pablo dice en Romanos 8:14 que los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Dios es creativo. Por lo tanto, el Espíritu Santo también lo es. Su creatividad no se basará en sus dones naturales, pero si en la inspiración de Dios. En lo natural la creatividad se basa en la imaginación humana. La creatividad de los hijos de Dios es la creatividad de Dios mismo.

Un ministerio de liberación

Consideraremos a continuación una semejanza más entre Moisés, Jesús y los hijos de Dios. Todos tienen la misión de liberar. Moisés fue a un pueblo que era esclavo y los liberó.

En el evangelio de Lucas Jesús comenzó su ministerio público leyendo del libro de Isaías describiendo su comisión. Incluído en el texto estaban las frases pregonar libertad a los cautivos y poner en libertad a los oprimidos. En Juan 8:32 dijo 'Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres', y cuatro versículos más tarde 'si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.' En Gálatas 5 Pablo escribió, Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estés otra vez sujetos al yugo de la esclavitud.

Cuando leemos de nuevo el gran texto sobre los hijos de Dios en Romanos 8, el versículo 21 dice que porque tambien la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. La libertad constituye lo que realmente es ser un hijo de Dios.

Deberíamos de esperar de ver y de experimentar el poder liberador del Espíritu de Dios obrando en nuestras vidas, liberándonos. Cadenas de todo tipo serán quebrantados y destruídos, mientras que nos prepara para la gran liberación de la creación que aun ha de llegar.

Un llamado especial

En el libro de Números capítulo 12 encontramos un episodio interesante y a la vez instructivo en la vida de Moisés. Miriam y Arón le atacaron con palabras, ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Lo que dijeron tenía mucho sentido. Ambos llevaban tiempo sirviendo a Dios. Arón había sido portavoz de Moisés cuando estuvieron ante Faraón, y poco después había sido nominado alto sacerdote. Se le describe a Miriam como profetisa cuando inspiró a las mujeres que cantaran y bailaran (Exod 14:20). Lo que dijieron era cierto. Dios había hablado a traves de ellos. Pero no era suficiente para ponerles en la misma categoría que Moisés.

En el versículo 3 de este capítulo encontramos el parentesis: Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra. Como ya hemos visto, tenía un pasado que le hizo humilde. A la edad de 40 quizá tenía algo de orgullo; pero a los 80 era un hombre diferente. Miriam y Arón quizá hubieran experimentado las obranzas eternas del Espírtu Santo. No conocían ¾como indicaba su comportamiento¾ las obaranzas profundas de Dios.

Dios entonces, desde el tabernáculo, les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él. No así a mi siervo Moisés, que es fiel a toda mi casa. Cara a cara hablaré con 'el claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová.

Encontramos aquí una clara distinción entre los profetas tales como Miriam y Arón, y Moisés, el hombre de Dios.

Para aquellos que comprenden algo de los caminos de Dios, para aquellos que se mueven en el don de la profecía y otros dones espirituales, probablemente se les considere como un gigante espiritual. Sin embargo, tanto las escrituras como la historia de la iglesia indican que no es el caso. El rey Saúl profetizó entre muchos profetas en su juventud. Más tarde desobedeció a Dios y fue rechazado. Luego fue turbado por un espíritu maligno. Las vidas de muchos de los conocidos tele-evangelistas confirman lo mismo. Hay hombres que han sido usados por Dios para traer sanidad y para moverse en sendos dones, que luego han caído en pecado grave.

Moisés conocía a Dios de una manera especial, diferente a Miriam, Arón y los otros profetas.Por supuesto que Dios les usó, y habló a través de ellos, pero Dios habló directamente a Moisés, 'cara a cara, como habla cualquiera a su compañero' (Exod 33:11).

También tenemos que considerar una historia paralela registrada en el Nuevo Testamento. En Marcos 10: 35-40, Jacobo y Juan le dicen a Jesús:

'Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del mismo vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: a la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado seréis bautizados, pero el sentarnos a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado'.

Como Miriam y Arón, Jacobo y Juan querían ocupar posiciones elevadas, pero habían dos cosas que no entendían.

En primer lugar, aquellos que van a reinar con Jesús primero tendrán que sufrir con él. Los 144.000 que estén delante del Cordero en el Monte de Zión serán aquellos que 'sigan el Cordero por donde vaya'.No podrán seguirle hasta el trono si no han compartido en sus sufrimientos y humillaciones.

Cuando pensamos en los sufrimientos de Jesús, nuestras mentes naturales inmediatamente recuerdan sus últimas horas en la tierra. Cuando pensamos en lo que significa sufrir con él, igual pensamos en nuestros hermanos y hermanas en países comunistas o en otros países donde los creyentes sufren persecución, tortura y encarcelamiento por su nombre. Está bien que pensemos así ya que las escrituras nos dicen 'Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos' (Salmos 116:15).

Sin embargo, cuando se habla de sus sufrimientos existe un plano más profundo. Sabemos que sus sufrimientos físicos duraron las útlimas 24 horas de su vida. Su sufrimiento espiritual continuó durante sus 33 años en la tierra. 'A los suyos vino, y los suyos no le recibieron' (Juan 1:11). 'Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo' (Heb 12:3). Moisés conocía este sufrimiento al sentir la oposición constante, no por parte de los que no conocían a Dios, sino del pueblo d Dios hacia él. Los que son llamados a ser hijos de Dios se encaminarán por una senda similar.

En segundo lugar, aquellos que van a reinar con Jesús serán aquellos a quienes Dios ha elegido. Jesús dijo de forma muy clara: 'el sentarnos a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado'. El hombre natural cree en la producción en masa. Vivimos en una sociedad en la que las máquinas producen miles de artículos idénticos. Pero Dios crea con un variedad infinita: no hay dos copos de nieve que sean idénticos.

Las escrituras nos dicen que las personas tienen llamados diferentes. Para aquellos que desean igualdad para todos esto supone una affrenta. Para el hombre natural amos y siervos, hombre y mujeres, niños y parientes tienen que ocupar un plano de igualdad . Pero Dios es el alfarero principal que tiene el poder de hacer lo que quiere con la arcilla. Nuestra responsabilidad es el de caminar con humildad en el llamado que él nos ha dado.

Bajo el Viejo Pacto Dios tenía un orden. Eligió a una nación entre muchos que poblaban la tierra. De ese pueblo de Israel eligió una tribu, los Levitas para un llamado especial. De entre ellos eligió a sacerdotes, y de los sacerdotes eligió un sumo-sacerdote.

En el nuevo orden de Dios no habrá igualdad, ya que el mayor será el siervo de todos.

Impartiendo el Espíritu

En la historia del Antiguo Testamento, amenudo faltaba la continuidad. Las bendiciones acompañaban a grandes hombres Abraham, José y David; pero en muy pocas ocasiones la bendición se extendía más allá de su generación. En numerosas ocasiones la muerte natural de estos hombres marcaba el final de su obra. Gran parte de la historia de la iglesia ha seguido una trayectoria similar.

Existen dos excepciones notables: Moisés y Elías. El Espíritu cayó en los setenta ancianos cuando Moisés oró por ellos, imponiendo sus manos. Luego oró de similar manera para Josué, cuyo nombre en hebreo significa lo mismo que Jesús. Josué luego vino a ser su sucesor, y continuó la obra que Moisés había iniciado.

Cuando Elías subió al cielo en un carro de fuego ocurrió algo similar, cayó su manto en Eliseo. Todos sabían que el espíritu de Elías había caído sobre Eliseo, quien siguió haciendo muchos más milagros que aquellos realizados a realizados a través de Elías.

A pesar de esto, las últimas palabras de Moisés no fueron del todo positivas. 'Porque yo sé que después de mi muerte, ciertamente os corromperéis y os apartaréis del camino que os he mandado; y que os ha de venir mal en los postreros días, por haber hecho mal ante los ojos de Jehová, enojándole con la obra de vuestras manos' (Deut 31:29).

En cambio, Jesús pudo decir: 'Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me fuere, el Consolador no vendría a vosotros...' (Juan 16:7).

El poder de la reproducción está en la semilla, y la semilla está en el Varón. Cuando los hijos de Dios se manifiesten, no harán que otros dependan de ellos, sino como Jesús irán dejando su espíritu a aquellos que vendrán después.

La muerte de Moisés

Tal como Jesús, tanto el nacimiento de Moisés y su muerte fueron especiales. Leemos en el último capítulo de Deuteronomio que Dios le enterró en el valle en la tierra de Moab, enfrente de Beth-Peor; y que nadie conoce el lugar de su entierro hasta hoy en día. Judas nos relata que el arcángel Miguel disputó con el diablo acerca del cuerpo de Moisés, y en el mismo libro se le describe a Moisés junto con Jesús en el monte de la transfiguración.

Aún antes de que muriera Moisés a los 120 años, leemos que ni su vista ni su fuerza se había disipado. No murió facilmente.

La muerte será el último enemigo que será destruído. Tanto Enoch como Elías lo vencieron, para irse directamente a la presencia de Dios. ¿Qué es lo que Dios tiene reservado para nosotros? ¿A qué venecerán los vencedores? No conozco la respuesta, pero por lo menos he leído lo corruptible se vestirá de incorrupción, 'lo mortal se vestirá de inmortalidad, y la muerte será tragada en victoria'. Amén.

Conclusión

Para concluir volveré al lugar donde comencé. El mundo necesita algo mejor que lo que tiene. Al llegar el final del siglo veinte el mundo clama para ser liberada. Guerras, terremotos y hambre traen miseria a millones de personas en el tercer mundo. El mundo occidental ha vencido a los problemas de la pobreza física, pero sufre una pobreza espiritual palpable, y todo esto ocurre cuando el hombre tiene a su disposición más recursos que nunca.

Lo que estamos viendo son dolores de parto a un elevado nivel. Pablo describe estos dolores de parto en Romanos 8:19-23. La creación está anhelando y aguardando la manifestación de los hijos de Dios, quienes se están preparando. Algo similar ocurrió cuando el pueblo de Israel gimieron al estar afligidos cuando Moisés se estaba preparando en el desierto. Cuando llegó la hora apropiada, Dios le envió para que les liberara.

Los gobiernos humanos, tanto democráticos como dictatoriales, nunca resolverán los problemas del mundo. Sólo el gobierno Divino traerá paz, justicia y prosperidad. Dios reinará a través de sus hijos a quienes está ahora preparando. Moisés fue un precursor de estos hijos. El tiempo cuando se manifestarán como su cuerpo se está acercando.

Para todos aquellos que están encaminados en esta trayectoria es la hora de prepararse. No podemos esperar que sea fácil. Es un camino largo y estrecho, y duro para la carne. La transformación de un hijo de Adán a un hijo de Dios requiere una operación por el sumo-cirujano que a veces duele. La recompensa, si seguimos hasta el final, es maravilloso. Jesús, por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Moisés consideró que el reproche de Cristo era mejor que las riquezas y tesoros de Egipto. Veamos más allá de nuestras pruebas temporales la gloria que se extiende ante nosostros en la senda que lleva a ser hijos de Dios.

Traducido por John McCulloch.

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